Carta Abierta: Temporada de turismo

APDH Nacional

El crecimiento económico que viene mostrando la alta actividad y las estadísticas en general es indudablemente útil y condición necesaria para conseguir mejoras sustanciales en el bienestar social.

Sin embargo, atentos a que la seudo teoría del “derrame” nunca se demostró en la práctica, habiendo profusión de ejemplos de largos periodos de crecimiento en diversos momentos, tanto de la economía local como regional y mundial sin que ello se tradujera en mejoras proporcionales para sectores medios y bajos de la escala, la presencia del Estado como garantía de una distribución ecuánime es fundamental.

En el país, el exitoso proyecto turístico del “Previaje”, además de la ostensible morigeración de los riesgos pandémicos, estimularon un aumento sideral del movimiento turístico, con todas las bondades potenciales que implica desde todo punto de vista.

No obstante, desde la mirada de la APDH, con especial énfasis en la defensa de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, debemos denunciar con fuerza que no ha habido suficientes mecanismos de control  y cuidado, en especial a favor de quienes constituyen la mano de obra que hace posible el funcionamiento del turismo en cada lugar.

Precarización, falta de registro, informalidad, salarios por debajo del mínimo, por enumerar solo algunas, constituyen las condiciones de contratación en muchos emprendimientos de temporada.
Dos o tres meses a lo más, y la aventura comercial suele desaparecer así como abrió, sin dejar prácticamente nada en el lugar dónde obtuvo sus ganancias; muchas veces dejando un tendal de deudas, empezando por las personas a quienes empleó.

La cara glamorosa del turismo que se esparció por todo el país, tiene aquí un costado oscuro, que no suele visibilizarse y la APDH no puede dejar de señalarlo.

Les trabajadores de los lugares turísticos y lxs que llegan atraídos por las probables oportunidades laborales en temporada, permanecen desprotegidxs, a merced de un sector, que salvo excepciones, considera que su “inversión” está por encima de todas las normas y por lo tanto las puede infringir sin rendir cuentas.

Falta de vivienda adecuada, transporte deficiente o inexistente, trabajo insalubre, jornadas extendidas sin goce de horas extras, insuficiente o nula cobertura social y de salud, forman parte, entre otros problemas y calamidades, de un combo naturalizado y profundamente injusto que afecta a quienes proveen su fuerza de trabajo.

Algunos gobiernos locales privilegian la fachada del boom turístico aunque sea una inversión de cortísimo plazo, desdeñando a quienes constituyen la mano de obra y habrán de brindar el aporte insustituible para que la temporada funcione.  Las dependencias federales tienen poca o nula preocupación por estos fenómenos a pesar del enorme esfuerzo fiscal que significa subsidiar el turismo en gran escala.

Concomitantemente, este modelo tambien podría calificarse de “extractivista”, debe repensarse, hacerse mucho más inclusivo y  en especial, incorporar como eje central el respeto a la naturaleza, tan dejada de lado en la mayoría de los destinos turísticos de la costa atlántica.

Dado que la experiencia del Previaje, desde el punto de vista de los fríos números, fue altamente positiva, lo mismo que el reconocimiento que tuvo para el gobierno, la misma se va a continuar.

Es un buen momento para mejorarla, tomando los recaudos para que el fuerte impacto positivo llegue también a la parte de la sociedad que aporta su trabajo y a que las ganancias de los emprendimientos dejen una porción digna para el desarrollo de las economías locales de modo sustentable respetándose paralelamente los derechos de les trabajadores.